La plaza, vestida de fiesta, nos anima a recorrer esta ruta en nuestra huida del bullicio. Decidimos perdernos por un par de horas en la explosión de color que es la naturaleza en cualquier época del año. Tomamos calle San Antonio a las cinco de la tarde. El sol, como cada día, anima con sus rayos la vida por doquier. Las macetas de algunos balcones se asoman a la calle con su traje multicolor a observar a la chiquillería que, cual bandada de aviones, recorre la calle de lado a lado jugando al “pilla-pilla”.
En varios minutos estamos a la salida del pueblo, junto a la ermita de San Antón. Los más viejos, con sus vestidos oscuros resaltando en el blanco de las paredes, llenan sus bancos en espera de despedir agradecidos al sol que los llama constantemente a la vida. Como les es natural, nos saludan amigables a nuestro paso por su lugar de descanso.
Camino Canillas
Al final de calle San Antonio tomamos la Avda. de Canillas, y a unos diez metros, al pie de la casa tocada con una torre octogonal, tomamos la senda que, a la izquierda, nos conducirá suavemente por parte de nuestro recorrido. Nada más iniciarla, descubrimos que junto a nosotros, discurre la antigua acequia real que, desde tiempo inmemorial riega con el agua del rio Turvilla los bancales que se extienden, como una prolongación del pueblo, loma abajo. A nuestra derecha, mientras caminamos, los olivos nos hablan de secano, de la dura vida del labrador pendiente siempre de la benevolencia del clima; a nuestra izquierda, los estrechos y estirados bancales llenan sus machos de toda clase de hortalizas; y al frente, la Sierra Tejeda, inmensa, se levanta como un coloso con sus brazos abiertos que se van convirtiendo poco a poco en las tierras de labor de los pueblos vecinos.
En primavera, en otoño, en invierno, en las frescas mañanas de verano, dejarse llevar por esta senda es una alegría que nos introduce en el descanso y en el armonioso silencio de la naturaleza; de repente podemos encontrarnos ante una estampa de hace unos decenios si nos cruzamos con alguno de los labradores que continúan con la agricultura tradicional.
Tras veinte minutos, un carril asfaltado interrumpe bruscamente la senda. En horas laborables los inmensos camiones procedentes de la cantera de Canillas discurren por él. Afortunadamente para la tranquilidad de nuestro paseo, la ruta y los camiones sólo coinciden durante un kilómetro escaso. Así pues seguimos el carril asfaltado durante este tramo, llano al principio y con una pronunciada subida al final, hasta una curva donde se inicia el descenso hacia la cantera.
Paulatinamente, mientras subimos, a nuestra izquierda se asoma Canillas de Albaida a saludarnos con su peculiar ermita en la parte alta; y al frente la sierra sigue hermosa como acercándonos a ella. Al final de la subida, a la derecha un carril asciende suavemente en dirección Este que será el que tomemos en adelante y que nos hace cambiar el sentido de nuestra marcha iniciando la vuelta a Cómpeta.
Mosquín
En primavera y a principios de verano, las faldas de El Mosquín, que se extienden a nuestra izquierda, se visten de mil colores y formas tocadas por los característicos espigones del esparto a lo largo de todo el camino. Numerosos pinos levantan orgullosos sus ramas tras haber sobrevivido al último incendio. Ahora, a la derecha, tras cada paso el paisaje de las tierras de labor, con Corumbela asomada a una loma a la derecha del Turvilla y Sayalonga asomada a otra a la izquierda, se extienden majestuosas hasta el Mediterráneo a cuya orilla se sienta Torre del Mar a ver los barcos pasar.
Casi sin darnos cuenta, en casi tres kilómetros, hemos ascendido hasta los 850 metros de altitud; 200 metros que suponen una pendiente media del 6,6% que ha pasado desapercibida por los innumerables alicientes que nos ofrece el paisaje.
Gaviarra
Tras dejar atrás, a nuestra izquierda, el carril que asciende por la parte norte de la Loma Gaviarra y que recorreremos en otra ruta, nos asomamos de repente a Cómpeta. Vista desde arriba, recostada en las faldas de la sierra, se asemeja a una mozuela observando el horizonte en espera de su amado. Unos metros más abajo, a la derecha, una senda llanea por la ladera del monte de La Salara hasta la zona alta de la Urbanización de las Colmenillas cuya calle central nos conduce al carril de circunvalación; ésta será una alternativa para otro día; otra , si estamos cansados, es a la altura del campo de fútbol torcer a la izquierda hasta los depósitos de agua y bajar por el camino que discurre al lado del campo hasta tomar el carril que sube desde la plaza del Carmen; pero hoy continuamos el carril bordeando todo el monte sobre el que se asienta Cómpeta, dejamos atrás el campo de fútbol y ya en la Loma La Fuente observamos nuevas vistas del pueblo con su torre dominándolo todo.
Plaza de la Vendimia
El carril nos conduce a la zona alta de la Urbanización de la Cruz del Monte y siguiendo su calle central desembocamos en el carril que describíamos al principio de esta sección y que denominamos “Urbanización Cruz del Monte”. A la izquierda, este carril central nos conduce hasta el monolito que da nombre a la zona sin dejar de ofrecernos constantemente vistas del pueblo. Llegados a la Cruz, tomamos el carril a la izquierda, cruzamos el carril de circunvalación en dirección al Tejarejo y una vez en la Avda. de Nerja bajamos hasta la Plaza de la Vendimia; finalmente calle Toledo nos devuelve al punto de partida, a la plaza que aún sigue vestida de fiesta.