Ese día se lleva a la iglesia una rosca de pan por cada habitante de la casa para que el cura las bendiga por intercesión del santo, luego serán comidas con toda devoción; las roscas van adornadas con un lazo de color que servirá para atárselo a la garganta en caso de padecer alguna afección en la misma durante el año. Si no tienes o has perdido el tuyo, el san Blas que se venera en la iglesia, de pequeña estatura, tiene atados a su brazo suficientes lazos y en caso de emergencia basta con comprar uno y sustituirlo por alguno de los que posee el santo.
No obstante la pérdida del sentido religioso de los tiempos que corren, la tradición sigue viva y seguida incluso por los foráneos afincados en Cómpeta.